En los años 90 un artista decide abandonar su entorno familiar la región pintoresca Franconia situado en el norte de Baviera, Alemania. Dejó su vida segura y exitosa como artista en Arnstein, Würzburg en la búsqueda de un nuevo lugar inspirador lo cual encontró en Lanzarote.
Cambió una naturaleza dulce, idílica y burguesa por un un comienzo radical e inseguro en una isla volcánica. Fue la fascinación contradictoria de la isla, de la cual el pintor Manfred Beck-Arnstein se había enamorado cuando finalmente se trasladó a la isla en 1995. Ya en su primer viaje a Lanzarote en 1972 quedó fascinado por las fuerzas primarias que la isla le ofrecia.
También sintió que él había visto lo suficiente de los paisajes verdes y necesitaba un cambio radical para obtener una nueva fuente de inspiración para sus obras futuras. Sintió el cambio gradual y decidió suspenderse a los elementos.